fuente diario el patagonico
Los sábados y domingos, doce jóvenes de la iglesia ubicada sobre la calle Huergo realizan el encuentro que busca contener a niños y adolescentes de la extensión del barrio 30 de Octubre, enseñándoles valores y llevándoles la palabra de Dios. Desde hace dos años trabajan en la zona. Aseguran que la falta de contención social, educativa, económica y familiar son los principales problemas de los niños a quienes les enseñan que existe una realidad diferente.
Son pequeños de diferentes edades que conocen una única realidad, la cual muchas veces los castiga por vivir en la marginalidad. El sector conocido como extensión del barrio 30 de Octubre es una de las zonas de mayor pobreza de Comodoro Rivadavia, la ciudad petrolera donde la brecha de salarios puede llegar a multiplicarse hasta más de 7 veces, entre los que más y menos ganan.
Ante esta circunstancia, en abril de 2010 un grupo de jóvenes de la Iglesia Argentina para Cristo, ubicada en la calle Huergo entre Alvear y Saavedra, decidió actuar poniendo en marcha “La horita feliz”, un espacio de contención donde los niños aprenden sobre Dios, así como valores que los pueden ayudar a tener una vida mejor.
“Trabajamos haciendo células, les hablamos de Dios, les enseñamos sobre la palabra, la moral de la vida, y los valores que hacen falta en la sociedad. Más que nada le inculcamos eso y también vemos que están necesitando y tratamos de apuntar a las necesidades que tienen”, explicó Jacqueline Aguirre, una de las jóvenes que organiza las reuniones.
NUEVA CASA
El sábado, el grupo reabrió las puertas del espacio en la asociación vecinal del barrio Abel Amaya, ubicada en avenida Chile 1.060, ya que durante estos dos primeros años trabajaron en la casa de uno de los hermanos de la iglesia.
“No teníamos lugar, un hermano del barrio nos prestaba su casa, y ahora gracias a Dios pudimos alquilar la asociación vecinal para poder trabajar con los niños”, sostuvo la joven.
Las reuniones se realizan los sábados de 10 a 12, y los domingos por la tarde con alrededor de 70 niños y adolescentes que asisten a cada encuentro donde también se trata de contenerlos y comprender sus realidades.
“Hemos tenido diferentes situaciones con los niños. Se ve mucho la realidad económica que salta a la vista en el vestido y los alimentos, pero también vemos la falta de contención por parte de la familia en los estudios y la educación porque por ahí muchos estudian pero no tienen las herramientas para hacerlo, y otros abandonan, tenemos varios adolescentes que han dejado de estudiar y ellos necesitan ser educados”, explicó Jaqueline.
Ante esta realidad a los chicos se los intenta ayudar, encontrando un lugar donde pueden insertarse a través de diferentes actividades deportivas, pero también musicales, aprendiendo a tocar el bajo y la guitarra.
“Se hacen deportes para que más que nada no estén en la calle porque sabemos que es un lugar donde la violencia y la delincuencia se ven muchísimo. El adolescente, cuando va creciendo, va adaptando ciertas cosas de la sociedad a su vida, y se queda en eso; entonces tratamos de apuntarlos y ayudarlos a que ellos puedan ver que hay más allá de lo que ven sus ojos”, aseguró.
En la reunión donde los chicos cantan, leen y aprenden; también pueden compartir de un desayuno o una merienda. “En ese momento es cuando a los chicos más entusiasmados se los ve. Tratamos, con el apoyo de la iglesia y las donaciones que nos hacen, llevarles la copa de leche, alguna merienda, un alfajor; o hacemos nosotros torta fritas o bizcochuelos. Es un momento muy lindo para ellos”, explicó.
Ante esta circunstancia, en abril de 2010 un grupo de jóvenes de la Iglesia Argentina para Cristo, ubicada en la calle Huergo entre Alvear y Saavedra, decidió actuar poniendo en marcha “La horita feliz”, un espacio de contención donde los niños aprenden sobre Dios, así como valores que los pueden ayudar a tener una vida mejor.
“Trabajamos haciendo células, les hablamos de Dios, les enseñamos sobre la palabra, la moral de la vida, y los valores que hacen falta en la sociedad. Más que nada le inculcamos eso y también vemos que están necesitando y tratamos de apuntar a las necesidades que tienen”, explicó Jacqueline Aguirre, una de las jóvenes que organiza las reuniones.
NUEVA CASA
El sábado, el grupo reabrió las puertas del espacio en la asociación vecinal del barrio Abel Amaya, ubicada en avenida Chile 1.060, ya que durante estos dos primeros años trabajaron en la casa de uno de los hermanos de la iglesia.
“No teníamos lugar, un hermano del barrio nos prestaba su casa, y ahora gracias a Dios pudimos alquilar la asociación vecinal para poder trabajar con los niños”, sostuvo la joven.
Las reuniones se realizan los sábados de 10 a 12, y los domingos por la tarde con alrededor de 70 niños y adolescentes que asisten a cada encuentro donde también se trata de contenerlos y comprender sus realidades.
“Hemos tenido diferentes situaciones con los niños. Se ve mucho la realidad económica que salta a la vista en el vestido y los alimentos, pero también vemos la falta de contención por parte de la familia en los estudios y la educación porque por ahí muchos estudian pero no tienen las herramientas para hacerlo, y otros abandonan, tenemos varios adolescentes que han dejado de estudiar y ellos necesitan ser educados”, explicó Jaqueline.
Ante esta realidad a los chicos se los intenta ayudar, encontrando un lugar donde pueden insertarse a través de diferentes actividades deportivas, pero también musicales, aprendiendo a tocar el bajo y la guitarra.
“Se hacen deportes para que más que nada no estén en la calle porque sabemos que es un lugar donde la violencia y la delincuencia se ven muchísimo. El adolescente, cuando va creciendo, va adaptando ciertas cosas de la sociedad a su vida, y se queda en eso; entonces tratamos de apuntarlos y ayudarlos a que ellos puedan ver que hay más allá de lo que ven sus ojos”, aseguró.
En la reunión donde los chicos cantan, leen y aprenden; también pueden compartir de un desayuno o una merienda. “En ese momento es cuando a los chicos más entusiasmados se los ve. Tratamos, con el apoyo de la iglesia y las donaciones que nos hacen, llevarles la copa de leche, alguna merienda, un alfajor; o hacemos nosotros torta fritas o bizcochuelos. Es un momento muy lindo para ellos”, explicó.